Salud y antibióticos

Cuando en medicina convencional hablamos de infección, inmediatamente pensamos en el uso de antibióticos. Los antibióticos constituyen un gran recurso terapéutico y han salvado y salvan muchas vidas, especialmente ante las infecciones más agresivas. Sin embargo, el consumo (en muchas ocasiones “autoconsumo”) de antibióticos ha aumentado mucho en los últimos años y debemos conocer sus limitaciones.

Gran parte de las enfermedades infecciosas son producidas por virus. Los antibióticos resultan inefectivos en el tratamiento de los procesos víricos (entre ellos la gripe, el resfriado común, la mayoría de las faringitis y amigdalitis,….). Además, debido al incremento en el consumo de estos medicamentos, muchos de los microorganismos que originan las enfermedades infecciosas se han hecho resistentes a esos fármacos, es decir, han aprendido a defenderse de los antibióticos. Surgen, asimismo, nuevas infecciones para las que todavía no existe un tratamiento farmacológico. Tendremos en cuenta además que los antibióticos conllevan en muchas ocasiones efectos indeseables: destruyen a las bacterias pero también afectan a células de tejidos sanos y desequilibran la flora de microorganismos saprofitos (presentes de manera natural y útiles en nuestro organismo) provocando en muchas ocasiones nuevas infecciones distintas. Muchas mujeres habrán padecido candidiasis (un tipo de hongos) vaginal justo tras realizar un tratamiento antibiótico. Por todo ello, debemos plantearnos si los antibióticos son siempre la mejor opción para tratar las infecciones.

Desde el punto de vista de la medicina natural, los microorganismos (virus, bacterias, hongos,…) son necesarios para que se produzca la infección. Pero sólo con su presencia no es suficiente: la causa fundamental es el terreno de la persona, tanto a nivel interno (sistema inmune o defensivo) como externo (medio ambiente, condiciones sociales o higiénicas). Así, es habitual que en un medio concreto (familiar, escolar, laboral,….) surjan procesos infecciosos que afectan a una parte de los miembros del grupo mientras que otros no desarrollan ninguna enfermedad. Otras veces podemos ser “portadores” de un virus o una bacteria sin llegar a desarrollar ninguna patología ¿Cuál es la razón? Si tenemos el terreno propicio para que las bacterias o virus se nutran, crezcan o se multipliquen, tendremos invasión e infección. Si el terreno no es el adecuado, aunque el microorganismo esté presente, no se desarrollará la infección. Es por ello que si realmente se quieren erradicar las enfermedades infecciosas en el Tercer Mundo, donde causan millones de muertos, habría que comenzar por paliar el hambre y mejorar las condiciones higiénicas y sociales en lugar de proporcionar un arsenal de antibióticos y antivíricos. Otra cosa son los intereses políticos y económicos de estas medidas.

En este sentido deberíamos, por tanto, trabajar para mejorar el terreno. Es necesario nutrir correctamente a nuestras células con una dieta realmente equilibrada. Tendremos también en cuenta, cuál es nuestra capacidad depurativa y si nuestra eliminación de toxinas es la adecuada. Deberíamos, además, estimular nuestro sistema inmune. Existen muchas plantas y suplementos dietéticos que nos ofrecen una importante ayuda para optimizar nuestras defensas. Algunos de ellos se han convertido en “clásicos” en el botiquín natural de cada vez más casas:

-La equinácea es una planta estimulante del sistema inmunitario aumentando la producción de leucocitos y dificultando, con sus principios activos, la colonización de los microorganismos.
-El ajo y la cebolla poseen compuestos azufrados con virtudes antiinfecciosas.
-Vitamina C: entre sus numerosas propiedades figura la protección antiinfecciosa. Con cítricos como el limón o la naranja, y plantas como la acerola conseguimos buenas cantidades de esta vitamina que también se puede ingerir a modo de suplementos.
-Productos apícolas: el polen, la jalea real y el própolis tienen en mayor o menor medida propiedades estimulantes de nuestras defensas.
-Minerales: el cinc y el cobre (este último en presentación oligoterápica) destacan entre los activadores del sistema inmunitario.

También la Homeopatía nos ofrece múltiples posibilidades en el tratamiento de las diversas patologías infecciosas. En este caso el tratamiento es sumamente individualizado y elegiremos los remedios en función del episodio concreto y del paciente en cuestión. Con los remedios homeopáticos conseguimos grandes resultados en cuadros agudos y, sobre todo, en procesos crónicos e infecciones de repetición, especialmente habituales en niños.

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