La formación del pie

Desde el nacimiento, el pediatra examina los pies del recién nacido en busca de una malformación.
En el embrión, hacia el final de la cuarta semana, aparecen los primeros esbozos de los miembros inferiores. En el curso del segundo mes de vida embrionaria, los esbozos se diferencian en segmentos y después en miembros. Hasta el final de la séptima semana, el pie conserva un contacto peroneocalcáneo sin articulación del tobillo y presenta un esbozo del primer dedo del pie, corto y muy alejado del esbozo del segundo.

Al concluir el segundo mes, los miembros toman su posición definitiva.

Al nacer, existen puntos de osificación en el calcáneo (sexto mes), el astrágalo (noveno mes), las diáfisis metatarsianas (segundo mes) y las falanges (segundo mes). Incluso en ausencia de manifestaciones funcionales, las ocasiones para examinar los pies son frecuentes en el transcurso de los chequeos sistemáticos.

Durante la época escolar, en las revisiones médicas preceptivas, el médico busca habitualmente un trastorno estático en el raquis y en los miembros inferiores para corregirlos a una edad razonable.

El descubrimiento de un trastorno estático de los miembros inferiores o de la columna debe completarse con un examen podológico, con un fin etiológico. Una consulta podológica puede estar justificada por la existencia de determinadas señales de alarma.

A pesar de la riqueza patológica del pie, los motivos de consulta son pocos y pueden clasificarse en cinco grupos:
-Los trastornos tróficos.
-Los trastornos de la marcha.
-Las deformaciones.
-Las lesiones dermatológicas.
-Los dolores.

Trastornos de la marcha
En cuanto a los trastornos de la marcha ante una marcha claudicante, sólo un examen completo, radiológico y biológico, permite establecer el origen preciso de la afección. Es recomendable vigilar el desgaste de los zapatos ya que, incluso en un individuo sano, una suela gastada sobre todo en el tacón equivale a un trastorno estático. La inestabilidad del tobillo se manifiesta esencialmente por una impresión de desequilibrio al andar o por esguinces repetitivos.
Otro problema que preocupa a los padres a menudo, es el niño con problemas de rotación del miembro inferior (pies hacia dentro o hacia fuera) y que hay que vigilar y tratar convenientemente.

Deformaciones
En el lactante, cualquier anomalía (deformación) hace temer por su porvenir funcional y justifica la consulta de un especialista. Hay que distinguir la malposición de la malformación. Poner de manifiesto una malformación no constituye un problema. Basta con observar. En el recién nacido, el examen debe ser sistemático, ya que numerosos síndromes polimalformativos se asocian a anomalías del pie. Un diagnóstico precoz mejorará el diagnóstico funcional.

Las malformaciones son pocas y afectan la estructura anatómica del pie. Aparecen de manera congénita a lo largo del desarrollo. Las malposiciones atañen a la arquitectura del pie. En la malposiciones congénitas es preciso distinguir las causas exógenas de las endógenas. Las exógenas están provocadas por una posición intrauterina anómala del pie. Su diagnóstico es benigno y su curación relativamente rápida. La endógenas a menudo se deben a una patología neurológica, muscular o ligamentosa.

La inspección de los pies abarca su gesticulación espontánea, su morfología y la situación de los pliegues naturales de flexión. El pie, observado por su cara plantar, debe presentar un borde externo rectilíneo. Normalmente al nacer la torsión de la pierna es nula y el pie suele estar en talo (reductible). Un pie equino siempre es patológico.

En un recién se revisan:
-Existencia de anomalias (unilateral o bilateral).
-Reductibilidad de las articulaciones viciosas.
-Actividad muscular.
-Posible luxación congénita de la cadera u otras malformaciones.

En el recién nacido las exploraciones radiológicas son inútiles para el diagnóstico. Son necesarias en el caso de deformaciones irreductibles para vigilar la evolución del tratamiento.

Trastornos tróficos
En cuanto a los trastornos tróficos se traducen clínicamente en la piel, las uñas, los músculos o los conjuntos osteoarticulares. Con excepción de los trastornos tróficos, los problemas dermatológicos son muy frecuentes y variados: verruga plantar (papiloma), uña encarnada, infección bacteriana, herida… Su existencia es fácilmente descubierta por los padres o en ocasiones, en niños más mayores, por los propios niños.

Hemos de tener en cuenta que durante los primeros años de vida, el tejido adiposo plantar está distribuido uniformemente, lo que enmascara todos los relieves. Sólo al cabo de algunos años de marcha, adquiere su forma definitiva y aparece el asiento plantar. No es, pues, muy lógico determinar el tipo estático del pie antes de los cuatro años de edad.

El uso de plantillas puede comenzar a partir de los 4 ó 5 años y debe controlarse cada 3 meses, cambiándolas cada 6 meses. Están indicadas en el caso de molestias funcionales y siempre como complemento de un buen calzado. El crecimiento, a veces rápido, del pie y su aumento de longitud al andar (2-3 números) favorecen los microtraumatismos con el calzado. Son la causa de problemas ungueales y de seudoclaudicaciones. El podólogo debe aconsejar sobre las características de un buen calzado en cada caso particular.

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